Ven

Ven. Me gustas ¿sabías? Sí ya sé que lo sabías. Pero no puedo estar buscando encuentros todo el tiempo. No puedo porque no sé qué decir. No sé qué hacer. ¿Qué cara poner? Y me caga estar sacándote las palabras como limosna. No sé si merezca eso, pero no me gusta. Tú me gustas, y tu pelo, y tu sonrisa, me gusta como miras. Me gusta que me mires cuando te hablo. No puedo detener mis palabras cuando te hablo porque me estás mirando y quisiera que durara mucho ese momento, aunque esté diciendo estupideces. Digo estupideces para que te rías, aunque sea de mí, y no la pases mal o te incomode. No te quiero incomodar. No soy uno de esos patanes que hostigan. No te quiero hostigar y que te sientas mal por mi culpa. Porque me gustas, pero no quiero estar tras de ti, buscando tu sonrisa eterna. Porque no sé si es un gesto aprendido que esconde una tristeza o un fastidio. Así es que por eso te busco ahorita. Y ya no te voy a decir que vengas. Ni tampoco voy a poner mi cara de idiota frente a los imbéciles de tus amigos para integrarme un poco y que me hagas caso, para que me voltees a ver y me digas cosas con tus ojos profundos que me arden. Ya no. Porque me gustas, pero no me muero por ti. Quisiera invitarte a salir y lo he hecho pero, aunque te veo siempre, no puedo hablarte, porque huyes de esa soledad de ciervo. Y yo busco esa caza. Cazarte, tomarte y hablarte de cosas de las que nadie te ha hablado. Y agarrarte de las manos como nadie te las toma. Y decirte que me gustas tanto que me marea ver tus ojos grandes y blanquísimos, casi puros. No como los míos, llenos de cansancio, de soledad acompañada, de algunas anécdotas que tienen que ver con grandes felicidades y se quedaron las grandes tristezas.

2 Respuestas a “Ven

Deja un comentario